No hace mucho tiempo que dormía al cálido resguardo de los brazos de mi madre, escuchando fabulas que en la mayoría de los casos repetían las mismas moralejas, quizás en un intento de que, tras tanto escucharlas, quedaran grabadas. Puede ser una mala generalización, pero estoy segura de que la mayoría de nosotr@s ha oído la frase tan repetida de “la unión hace la fuerza”. De chica, era difícil entenderla, y debo reconocer que ahora, lamentablemente, también.
No son pocas las experiencias que demuestran no sólo la veracidad de la frase, sino la efectividad de su aplicación. Pero sí es, o parece serlo, la cantidad de personas con las que creemos que podemos compartir su sentido.
La unión hace la fuerza. Si nos contaron esta historia cuando éramos niñ@s, seguro nos desilusionamos ante la primera “traición” infantil que algún/a compañerito/a efectuó en algún juego inocente de esos que parecían abarcar todo el tiempo de nuestras jóvenes vidas. Si intentamos creer en esta frase siendo adolescentes, seguramente no hicimos más que desilusionarnos, por entender la imposibilidad de hacer las cosas como, entonces, deberíamos: unid@s. Por supuesto, no sólo por el egoísmo característico de cada adolescente, sino también por un pesimismo que se disfraza de realidad, y nos dice que nunca lograremos nada.
En caso de que me equivoque, esta frase es imposible de llevarla a la práctica y mi opinión es sólo un positivismo frívolo que nunca servirá para algo más que para contentar corazones demasiados angustiados. Sin embargo, si estoy en lo cierto, reafirmo lo dicho anteriormente sobre la cantidad de ejemplos en los que la unión nos hizo fuertes. Algunas veces ayudó la suerte, y otras nos traicionaron las faltas que, por inexperiencia, tuvimos. ¿Es que acaso la frase estará incompleta? ¿Será que quizás, además de unión, nos falta la organización, por ejemplo? ¡Imposible! Si la primera parte de la frase era difícil de llevar a la práctica, sólo faltaba agregarle algo más.
¡¡Pero a no decaer!! Si hemos tenido ejemplos de lo primero, ¿por qué no podemos tenerlo de lo segundo? Ah, es que acaso todos esos ejemplos ya consideraban este pequeño detalle. Todo lo que funciona requiere organización. Es sabido y aceptado, creo que tod@s necesitamos de cierta motivación para actuar. Esta puede ser plata, la idea de que es lo mejor y lo único que podemos hacer...no importa. Pero si nada nos empuja, si nada nos alienta, si nada nos reclama, entonces nada hacemos. Y si hay que trabajar unid@s, la organización pasa a ser indispensable: en primer lugar, nos asegura una coherencia en las intenciones que a tod@s nos motivan en nuestro accionar, y por otro lado, nos permite sostener una manera efectiva de trabajar, tomando en consideración las opiniones de tod@s, y llegando a una definición que logre, de esta manera, estar en consonancia con la intención de tod@s.
Si en un grupo, que supuestamente comparte las ideas, yo decido sola, entonces la decisión no va a haber sido producto de una base plural y un debate crítico, y no va a respetar el aporte individual que tod@s podemos y estamos obligad@s a hacer.
Si se respeta la pluralidad se enriquece el debate, y con ambas armas se puede construir algo de manera organizada, y con la unidad que nos hace falta como pueblo que somos.