sábado, 21 de mayo de 2011

Esa maldita impunidad.

Víctor Semproni se llevará el sabor amargo de la condena popular, tras haber destruido por traición la ilusión del pueblo uruguayo, y de todos aquellos que bregamos para que de una vez y para siempre se termine de juzgar a los represores que actuaron en América Latina hace treinta años, amparados por Estados unidos y las oligarquías locales.
Ayer, la Cámara de Diputados de Uruguay debía votar a favor o en contra del proyecto de Ley que pretendía modificar la Ley de Caducidad. Esta garantizaba amnistía a los represores de la dictadura uruguaya. El proyecto era impulsado por el Frente Amplio, el partido del que forma parte el Presidente Mujica. Paradójicamente, el propio Mujica se oponía a la sanción del proyecto, por considerarlo inconstitucional. Y es que en dos plebiscitos previos el pueblo uruguayo se había manifestado en contra de la iniciativa.
Como había comentado en su momento en este blog, la función del Congreso es cumplir con las leyes internacionales, y con la Constitución, garantizando justicia para todos. Teniendo esto en cuenta, es inconcebible que se sostenga una Ley que permite que un represor esté libre.
El diputado Víctor Semproni definió ayer el resultado, negándose a votar en conjunto con su partido, con lo que la votación terminó con un empate (de 49 votos). El señor fue tupamaro y preso político, pero aparentemente esas son cosas que quedaron en el pasado. En su momento el diputado había votado a favor de la propuesta, considerando que debía respetarse siempre la voluntad de la mayoría en su frente, pero ayer cambió de opinión y no dio más explicaciones que “Discrepamos con la propuesta porque creemos que hay mejores”. Excusas baratas de un traidor a la revolución, a la justicia, y a los derechos humanos.
Esta votación deja en evidencia los problemas que deben enfrentar todos los frentes populares. Al igual que en el resto de América Latina, los procesos revolucionarios que vivimos en el siglo xxi nos piden en un primer momento sumar adhesiones populares que permitan gestionar. De esta manera se pueden parar los presidentes contra las oligarquías locales en pos de devolverle al pueblo los derechos quitados, como ocurre en Ecuador con Correa, o en Venezuela con Chávez. Una vez plantado un piso de transformaciones desde donde se puede trabajar, el proyecto debe profundizarse. Es en estas etapas de mayor profundización donde se ve realmente dónde está parado cada uno. Lo sucedido en Uruguay sirve no sólo para seguir debatiendo sobre conflictos no saldados, si no para separar aguas dejando en evidencia el verdadero proyecto de los funcionarios y dirigentes. El proyecto de ley progresista presentado por el Frente Amplio puso en jaque a su partido, y exigió definiciones que no admiten punto medio. Así, al menos el pueblo uruguayo ya puede ir separando la paja del trigo, como nos tocó a nosotros en su momento, sabiendo ahora quiénes están por convicción y quieren avanzar, quiénes tienen un proyecto mediocre de corto alcanza, y quiénes están únicamente por conveniencia electoral.
Espero que los hermanos uruguayos logren finalmente anular la Ley de Caducidad, y puedan festejar por recuperar su historia y cerrar una herida abierta. No se busca venganza, se busca justicia. Y hoy, algunos personajes, inexplicablemente, se la siguen negando. Otra frustración que quiero destacar fue el papel jugado por el Presidente uruguayo. Se ve en estos casos cómo lamentablemente algunos dirigentes pierden voluntad y convicción cuando llegan al poder, y tranzan por gobernabilidad sus proyectos, promesas e ideales. En lugar de profundizar, el Pepe Mujica ha demostrado ser tibio y claudicar frente a los enemigos de ayer y hoy. Ojalá las próximas elecciones sean favorables a aquellos revolucionarios que siguen luchando por un país mejor, con justicia y equidad.
¡Sigan en la lucha, compañeros!

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