miércoles, 4 de mayo de 2011

Sin definiciones...

Desde que sucediera el 2001, si exceptuamos a Néstor Carlos Kirchner y a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la misión principal de los políticos ha sido, básicamente, sobrevivir. Es como si creyeran en las profecías autocumplidas, y que de tanto considerar que van a ganar en elecciones, realmente fueran a hacerlo. Tras el “que se vayan todos” que sacudió la arena política, todos los dirigentes han intentado adaptarse a las circunstancias para no perecer en la vorágine cuasirevolucionaria. Los que pudieron tiraron para la izquierda y se pararon como los herederos del Che Guevara. Otros corrieron a esconderse y tejer alianzas subterráneas que les garantizaran subsistir. Y algunos se tiraron a la derecha diciendo a quien quisiera oirles que ellos eran los únicos que podrían imponer el orden.

Carrió es un caso que despierta la atención de muchos ateos. Aquellos que no creen en milagros ni en la reencarnación, se ven contrariados cuando la ven cual ave fénix resurgir, no sólo de las cenizas propias, sino también de las ajenas.

Pero el último caso que ha llamado mi atención es el de Pacheco Solanas. Jugador aparentemente de toda la cancha, no porque se destaque en todos lados, sino porque se adapta con tal de no terminar en el banco. No importa dónde, con quiénes o en qué cargo, él está seguro de su victoria electoral. Y no solamente confía en que tendrá un caudal de votos que le permitirá llegar al balotaje (aún cuando recién antes de ayer oficializó su candidatura a la Capital y no definió siquiera a su vicejefe de Gobierno), sino que además considera que su fuerza política le “robará” votos a todas las demás. En verdad, no sé si de todos modos caracterizaría de positivo el representar un espacio que se compone con un poco de todos los demás (¿se imaginan vanagloriarse de tener una plataforma que reivindique a todas las fuerzas políticas opositoras, desde el PRO hasta el peronismo, pasando por socialistas, el GEN, troskistas y radicales?). Pero increíblemente este cineasta que ha virado como tantos otros de izquierda a derecha, y que no ha logrado instalarse en la Ciudad, sigue creyendo -o diciendo que cree- que va a ganar las elecciones. Ha pasado a tener las mismas miserias de un opositor cualquiera, puesto que no sólo dejó en evidencia su oportunismo y falta de coherencia política e ideología (como decía Jauretche, subiendo al caballo por izquierda y bajando por derecha), sino que además no ha logrado construir y organizar una fuerza de base ni siquiera tras su momento de mayor popularidad –debido a la elección por descarte de muchos porteños-. Casi casi similar a lo sucedido con Cobos. Parece que ambos se han tomado muy en serio el dicho de “hazte fama y échate a dormir”. Bueno, está bien, no vamos a ser injustos. Pacheco milita un poco más que Cobos, y al menos pone algunas mesas de Proyecto Sur en algunos barrios de la Capital. Sólo falta que logre desarrollar un proyecto nacional que incluya algo más que la nacionalización de los trenes, y puede que gane alguna elección.

También ahora parece que el niño Mauricio ha decidido agachar la cabeza y jugar a lo seguro, con la esperanza de sostener su rancho, y de ampliar un marco de alianzas que todavía ni ha comenzado a tejerse. El problema que tanto uno como el otro tienen, es que al bajar sus candidaturas a una plana menor, complican las disputas en sus propios espacios. En el caso de Pino, el problema lo tiene con, por ejemplo, Humberto “veleta” Tumini. En el caso del Jefe de Gobierno, enterró por un rato las aspiraciones tanto de Larreta como de Micheti. Veremos que pasa en los distintos espacios opositores, que como siempre siguen jugando al juego de las sillas, pero ninguno se anima a sentarse...

No hay comentarios: